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18/2/21

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                                  BLOG EN REPARACICONES. DISCULPEN LAS MOLESTIAS


 

9/1/21

De gatos. (estampa poética)

                                 

                                               Ilustración: Clara Sánchez Romero

 

 

 MI GATO MOTAS


 

Mi gato Motas solía poner presentes a mis pies.

Una vez me trajo un ratoncillo.

 Una ilusión emocionada de su gallarda destreza, sólo para mí. 

Aún vivía. Lo liberé.

Mi gato sabía que no compartíamos gustos en cuanto a regalos... Pero no podía evitarlo.

  Tomé a mi gato, profundo como un sueño del mar, y le besé el hociquillo áspero; y amé su gatuno maullido de triunfo. Luego, deposité el recuerdo de su salvaje lealtad en un hueco de mi ventrículo derecho que dice: "regalos peludos".

  Mi gato Motas murió sin ruido, con el sigilo de su especie. Con elegancia, cerró las puertas de sus infinitos mundos terrestres, y se deslizó ágilmente por la gatera celeste.

  Yo no sé por qué espacio lejano deambula él con sus patitas de algodón. Pero muchas veces, cuando menos lo espero, tumbada en el bostezo de mi sofá o guisando las ideas de mi sesera, escucho una lejana vocecilla, delicada como una bruñida caracola, deslizándose sinuosa por mi oído hasta dejar un dardo de polen en mi pecho:

"Miaauuuuu..."

 Y sé que es él, llamándome quedito... barriendo con su cola los suspiros de las estrellas.


                                                               *

 

 

 Dibujos: Clara Sánchez Romero (mi hermana) https://www.instagram.com/clara.s.r/                                                                              

 

Y A AQUELLOS QUE AMÉIS A LOS GATOS OS REGALO ESTE LIBRO SOBRE ELLOS, DEL GRAN ETÓLOGO DESMOD MORRIS (para mí es el más completo que he leído. Te sorprenderá)


OBSERVE A SU GATO: https://drive.google.com/file/d/1psU8UyKYKemTWM1qgBn0CpJcqHh8oKiq/view?usp=sharing                                                                                                    


13/12/20

Un roce de manos (Estampa de amor)


Dibujo:




1

 

 Él tenía los ojos verdes y una risa ingenua como una fuente nacida de la roca.
 Ella miraba con ojos tímidos, pero portaba una risa de seta silvestre oculta en el bosque de su imaginación.
Cuando lo espiaba desde la última fila de la clase, él notaba en su nuca el susurro  de un chopo moviendo sus hojas.

  La maestra la sacó a la pizarra. Ella tartamudeó y sintió la garra de la vergüenza en sus hombros. Pero él la estaba mirando... más allá de su cuerpo tembloroso.   Ella pudo notarlo..., y, como una rosa feliz bajo la lluvia, le entregó calladamente la seta de su bosque.

  Al salir de clase se buscaron: dos olas cruzándose en la inmensidad del mar.
 

 Ojos verdes, ojos tímidos; un roce sutil de manos... y alrededor de ellos el aire toma formas de pájaros azules, mientras un dulce olor a vainilla comienza a hacer nido en sus memorias.

 

2

 

 Ella prepara el café. Ojos calmos, de arrugas tostadas. Manos de hierba. 

 Él lo coge de sus dedos con los suyos, temblor de agua vieja. Manos de mar.

 Se tocan, se rozan en tibia confianza... Y aflora entre los dos esa amoroso olor a vainilla, y una liviana luna comienza a elevarse por el techo del salón. Y crecen setas por los sillones, salen fuentes de los espejos, se agitan chopos en la lámpara, se escapan las rosas de la tapicería, trinan las ollas...

 Y sólo ellos saben por qué, después de cincuenta años, despega el amor ilusionado al menor roce de sus manos.



***






16/9/20

Sangre de cenizas (microrrelato de amor)

 



SANGRE DE CENIZAS


1923. En el papel vi escritas sus palabras: "I love you". Las escondí rápidamente en el cajón mientras la profesora me miraba con ojos severos.  

Después vino el beso, escondidos tras el pino gigante. Mi tesoro. El que ahora te enseño aquí, en esta peca de mi seno, nacida en el mismo instante en que el sol penetró en nuestros labios.

No puedo amarte; lo sabes. Soy sangre de cenizas. Mi corazón está encerrado en una vitrina de fuego, consumiéndose desde aquel 1923.

 

 

 

 




Microrelato amoroso inspirado en estas dos cartas. Propuesta de "Escribir jugando": https://lidiacastronavas.wordpress.com/2020/09/01/escribir-jugando-septiembre-2/

14/6/15

Que me recuerden sonriendo




Que me recuerden sonriendo.
No circulan aves de paso por mis venas, me retuerzo como un olivo solitario.
No hay azules vientos en mis dedos, como aquellos que tú recibías suavemente en tu cuello. No.
La arena húmeda de tu piel ya no me acoge; ni puedo aferrarme a tu pecho cuando dudo, porque aquel lo enfrió la muerte, y tan sólo me queda el tierno bosque de tu recuerdo.
La neblina gris de mi pelo cae sobre la almohada. No hay cigüeñas que puedan hacer nido entre mis raídos pensamientos. Todas volaron hacia rosas horizontes.
Pero río. Río porque valió la pena vivir. Río tras la añosa corteza de mi rostro, porque pude amar. Sí. Porque supe de la belleza de la entrega. Conocí el amor devuelto a raudales. Después de aquello, tan solo queda agradecer.

Río.... mientras el dolor entra y sale por mi puerta agujereada. Hasta mañana. Mañana comenzaré de nuevo. Desandaré lo andado. Acarrearé mi vieja maleta de nostalgias; y reiré mientras saco de ella cada manoseado trapo. Y con mi risa, acudirá  un céfiro con hojas de roble en los manos. Y soplará todos mis recuerdos hasta que expulsen su esencia de polvo y vainilla, y se los llevarán mariposas de paz violeta.

Cuando me vaya, caerán todos mis méritos terrestres por un barranco ciego, y ni siquiera a las hormigas les servirán las migajas de mi vanidad. Pero mi sonrisa..., esa no caerá. Porque mis hijos sonreirán al recordarme, y en ellos brotará fácil la caricia hacia los suyos...

Que me recuerden sonriendo. Solitario, loco, escaso en mi persona, pero grande en mis deseos. Sonriendo, siempre sonriendo.



8/6/15

Marina (cuento)




MARINA


Cuando recogió sus cosas se dió cuenta de la lágrima de sal vertida sobre la mesa. Se había cristalizado y reflejaba los matices rosados del atardecer que moría a través de la ventana. Luego calleron muchas más, cada una un dimante salino buscando su lugar en el mundo.
Él le había dicho que nunca la reconocía, que siempre hallaba una versión distinta de su ser. A veces era brava y ardiente, y otras, como de frío metal dormido. Cuando se despidió de ella, contempló temeroso las nubes grises que se arremolinaban en su mirada azul. Había quebrado para siempre las olas inmensas que le buscaban desde esa marea hechizante que subía y bajaba en sus ojos. Ella era la misma ondulación del placer, el mismo arrebato de la fuerza creadora, el quieto sigilo de la verdad escondida... Pero no sabía cómo abarcarla.

Marina no alcanzaba a comprender por qué las personas siempre venían a mirarse en sus ojos. Ella no podía verse a sí misma. Cuando lo hacía en un espejo, se mareaba.
Aquel hombre que tanto amó, descubrió allí su destino y tomó todo su brío para cumplirlo. Pero luego la abandonó. Marina le había estado siguiendo el paso, huidizo y amargo, hasta convertirse en el vago reflejo estancado de lo que él era. No entendía cúal era la finalidad de su propio ser. Todas las personas querían conocerse por medio de ella; verse reflejadas en sus ojos. Y ella sólo les devolvía lo mejor de sus almas. Como un espejo que sólo fuera sensible a la luz más pura, su ser se transformaba en lo más elevado del que se miraba. Sus compañeras de trabajo descubrieron que eran, una de plata maciza en su exquisita sensibilidad, otra de oro puro en su bondad, y la otra de cuarzo violeta en su inteligencia. El panadero que le ofrecía su pan, vio reflejados en sus ojos dos espigas maravillosas y supo que él era un hacedor de abundancia. Más adelante, su negocio se expandió por todo el país. Los niños veían las cometas de su futuro y sus propios corazones transformados en soles bienhechores.
Esos ojos maravillosos no juzgaban: eran como el cielo extenso que se respira neutro y limpio. Tenían la poesía del silencio que contiene todas las palabras. Y sin embargo, no era feliz.
¿Quién era ella? Se sentía fuera de lugar, rígida, pesada, extraña bajo unas ropas que no eran las suyas, bajo un tiempo ralentizado y espeso que la atenazaba. Amaba a todos, pero su amor estaba confinado en su ser pequeño y débil.  Y le dolía ese amor por todos sus rincones, porque no podía contenerlo, ni tampoco expandirlo hacia fuera con la intensidad necesaria. Se sentía atada a un sólo instante, que luego derivaba en otro y en otro... No podía abrirse en la flor de todos los instantes que palpitaba en su frente.

Tras contemplar aquellas lágrimas sobre la mesa, cada vez de un rojo más ardiente, sintió el impulso irresistible de regalar todas sus pertenencias. Lo dio todo hasta quedarse desnuda.
Y caminó hacia la playa. Se tendió en la arena y dejó que el sol y el viento le hablaran. Cerró los ojos, y por primera vez en su vida supo quién era, y comprendió por qué sus lágrimas cristalizaban en sales maravillosas al caer. El mar se le acercó y abrazó a su hija, hasta inundarla. Suavemente, dejó que ese lento reconocimiento la embriagara con su maternidad pura y generosa. Sus cabellos crecieron como largas algas tornasoladas; su piel se hizo tan porosa como una esponja, y de sus labios brotó la canción oculta del coral. Sintió el baile de millones de peces atravesando su cuerpo, y el salto de los delfines surcando sonrisas en sus manos.

Imbuida de mar, comenzó a expulsar todo el amor que había estado conteniendo en su pequeño cuerpo humano. Y cada latido de su amor era una onda que terminaba en un beso de espuma sobre las playas del mundo. Y en esa espuma esparcida, todo el que se miraba podía encontrar el mágico sentido de su vida.


27/12/14

Me regalaste el mar



UN REGALO AZUL

- Ven a mi lado,  pequeño. Mira, allá abajo, en la Tierra te espera el mundo, tu mundo. Vas a aprender; vas a sufrir; vas a gozar mucho.
- No quiero bajar, ¡estoy tan bien contigo! y he oído rumores de que allí la vida pesa mucho, y olvidas quién eres...
- Vas a aprender. Vas a amar. Te regalo algo. ¿Ves aquella masa azul? Está viva. Es para ti. Se llama mar.
Te acompañará siempre. En él sentirás la eternidad fresca burbujeando en la espuma, recorriendo tu sangre de sal y risa.
Desde su pecho entregado, vas a ver su respirar llegar hasta la orilla, contrayéndose y expandiéndose, como tus esponjosos pulmones, como el universo.
Y cuando aspires su aire sagrado de libertad, recordarás quién eres, y tu cuerpo, de un brinco, será el arco iris del mar.

Nunca estarás solo porque yo, a través de la sal del agua en tu piel, te susurraré que te quiero.
Ahora, ve, surfea la vida, lánzate a tu destino azul, pequeño delfín.


                                                                       **


                                                                           
                                                                      MARINAS




Letargo de corales azules, 
se olvida... 
se nada entre las algas del tiempo.



Gotas de vida recorren la pupila,


chorrean por el pecho desnudo y las manos entregadas. 


Tallos de luz cristalina golpean las rocas, 
la sal se aferra.


Y un amanecer besa despacio los ojos.


**


El mar es un suspiro calmo y ancho; otras un gemido colosal. 
Lo mires por donde lo mires, el mar es siempre mar.
El mar es un regalo que nunca pude contener, pero él a mí sí.
Recoge la luz de mis ojos, se la lleva a su horizonte, y traza infinitos.
Y yo, respirando hondo, intento estar en su presente.
 Porque no hay presente más constante que el del mar. 
Siempre es la palabra que pronuncia la espuma al llegar a la orilla. 
Por más que camines, él te espera, al otro lado, fiel, con su sonrisa impronunciable.

Gracias, Mar.





**

LA CALMA

El mar era azul,
era plata, era verde, era añil.
era
el soliloquio de la luz
reverberando en el silencio.

                                    El mar reía gaviotas,                                          
reía cuerpos desnudos zambulléndose,
reía su gozosa brisa en los oídos.

El mar era la palma de Dios abriéndose
en eternidades de espuma.


*

LA TEMPESTAD

Aquella mañana el mar sufría.
Agitaba con ira su cuerpo.
Sangraba su espuma suicida por las rocas.
Y los peces lloraron sal.

El mar quebró su llanto en millones de gotas
que aún resbalan por mis brazos.

*


Fotografías del mar coloreadas y textos por: Volarela


*




Añado este broche de oro...

                                               

CURA DE MAR, por Juan L. Trujillo:

Me siento frente al mar y respiro cielo.
Noto que la brisa me tiembla por las venas
y un sol de claridades se deshace en luces,
que iluminan tristezas
y hoscos panoramas.
Mojo mis pies
y junto con la espuma
nerviosos peces de plata recorren mis entrañas
y noto como el tiempo
se hace caracola,
cantándome al oído la canción alegre
de una vida nueva.
Llegué a ti, ¡oh mar de los milagros!
como el resto de un trágico naufragio.
Pero ahora 
tras un tratamiento de salitre y brisa,
una calma maternal y caliente
me enseña la ruta de nuevas singladuras.
Te pido ¡amigo mar!,
tú que sabes tanto de muertes y fracasos,
no permitas
que cuando viejo,
me amarren al socaire de tu nervio
y vaya enmoheciendo de tristeza
!!Llámame!!
¡Mándame recados con cantos y gaviotas!
¡Que una fresca mano
de azul, brisa y espuma
me empuje hasta tu orilla!

Juan L. Trujillo: http://juanltrujillo.blogspot.com.es/

*

23/11/14

Universo




 UNIVERSO





"En tus ojos
 hay un silencio embrionario y amante"

                                   


Me agaché sobre un remanso de agua. La serenidad era absoluta. Entonces vi el prodigio:
en mis ojos comenzaban a nacer estrellas. A miles...

Tenía galaxias, cúmulos de ellas, girando y girando cada vez más dentro de mis iris... Tanto... que espejé el vértigo del Infinito.
Mientras, el Universo tocaba las campanas de mis células, una a una. Me llamaba.

Me perdí, ciega de rosas abiertas como acordeones de luz, entre mundos que viajaban sin fin. 
Floté sobre la exquisita caricia de gasa de una nebulosa. Y contemplé el resonante e hirviente latido de trillones de estrellas con sus infinitos planetas, todos girando en sinfonía gloriosa. Cada latido de mi corazón resonaba hondamente en ellos.

Mis pupilas ensanchadas en senderos de esperanzas, entonces, recibieron al Destino. No puedo describirlo; sería como tratar de sostener el mar en una mano. Sólo diré que la inmensidad me sobrecogió, y vi cómo sembraba estrellas en toda mi temblorosa pequeñez.

Él despertó la caracola huracanada de mi Ser. Se tiñeron de lágrimas mis ojos: 
Y ahora eran soles azules, blandos, profundos, entregados, desnudos, dispuestos.

Torbellinos serenos de galaxias se abrazaban... ¡tan dentro mío!

Una leve brisa entonces se levantó, borrando la quietud del remanso. Y dejé de contemplar...

Miré a mi alrededor el inerte suelo de pedernal, la carnosa melancolía de los cactus, el horizonte rezumando polvo con pequeños brillos naranjas de sol; el sonido aletargado de la vida en las casitas lejanas.
Le di la mano a los árboles, y canté tan fuerte que las aves comenzaron a seguirme con sus trinos.


                                                                         *    



Mágica música de Hans Zimmer. 

La belleza del Universo te arroba hasta llevarte al sosiego más profundo y más total.

*


                                          


















Allá sólo hay paz,
orden, belleza, maravilla..











***

Las maravillosas imágenes son del telescopio espacial Hubble:

16/11/14

La belleza se oculta...




LA BELLEZA SE OCULTA...



-- Hoy  la he encontrado.
-- El qué.
-- La belleza.
-- ¿Dónde?
-- Caminaba por la calle, de regreso a casa. Llovía fuerte. Dejé que la lluvia mojara mi traje, mis papeles. Mis pasos chapoteaban en los charcos. Estaba realmente bien. Sereno. Ligero. Una suave alegría me invadía. El frescor de la lluvia correteaba por mis mejillas. Las personas huían del agua. Los coches salpicaban malhumorados y con sus focos deslumbraban a los árboles recién mutilados por la sierra voraz.
-- ¿Pero dónde encontraste la belleza?
-- No lo creerás. Un trozo de muñeco roto, uno de esos diminutos superhéroes de plástico al que le faltaban las piernas. Yacía en un charco. Al principio no sabía qué era aquello. Pensé, sigamos la pista. Lo tomé en mis manos. La luz de una farola iluminó los entusiasmados ojos fijos del héroe. Su pelo de nailon violeta brilló fugazmente, como promesa de las historias que secretamente guardaban sus músculos de hierro. Cuando me giré, una menuda mano, tendida, sin palabras, esperaba, tímidamente. Puse aquel objeto sobre ella, y entonces apareció la Belleza iluminando aquel pequeño rostro.

***

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 ¿Hay algo más bello que la sonrisa de un niño?




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8/11/14

Soy de nube...





¿Cómo llegué hasta aquí?
Desde el cáliz de una nube me asomo, en vaporoso equilibrio, como recién creada de la lluvia.
Y vienen espirales de viento, serena blancura ascendiendo por mi columna...; Abajo, la vida se despliega en abanico pletórico, y deja melodías líricas sobre la llanura..  Y yo las recojo... hasta llenar el cielo con aves de plata.

¿Cómo llegué hasta aquí? Sólo estaba besándote, vida, sólo era un beso lanzado al ocaso, de puntillas. Y heme aquí, sobre las nubes arremolinadas e inquietas, con mis pestañas proyectando arco iris.

Miro hacia abajo, donde la música corre descalza:
Copas movidas por el viento, peonzas de trinos por los tejados; una salamanquesa en la boca de un pozo, campanas... con sus huellas de bronce y paz surcando el aire; perros ladrando al tiempo; caracoles abrazados al silencio de un muro, niños en sus corros de coral y cuentos. Y una mano, muy vieja, acariciando el agua...

Y yo comienzo a llorar incontenibles gotitas que rompen felices y se alojan donde ya saben. No puedo retener esta lluvia. Lluevo de amor.

 +



3/10/14

Cartas amarillas (relato)

Imagen: Google



CARTAS AMARILLAS



San Petersburgo, 4 de septiembre del año 1937

Te llevaron tan lejos, amor...Nos despedazaron.

Mis lágrimas rodaron, buscándote, a través de estepas, valles de gritos, autopistas locas. Árboles, árboles abrazados se quemaban en mi mente. Corrí por encima de cabezas anónimas, pero no vieron arrasarse la ciudad bajo mi llanto.

Te aferraron manos injustas que yo hubiese transformado en alacranes paralíticos. ¡Oh, mi rabia haciendo jirones lo que queda de mí!


La tristeza sigue agujereando tumbas entre mis jacintos muertos. Orificios sin fondo que voy llenando con tus recuerdos.

Si supieras cómo se disipa mi calor de mujer, de ser humano... Esto es lo que tengo ahora: un río helado engullendo mis pálidos ojos. Miedo. Frío.

A pesar de todo, te espero; nunca pierdo la esperanza, cariño de mi ser. Enciendo una vela cada noche y la soplo suavemente, sin llegar a apagarla. Ella vibra, zigzagueando con mi aliento. Y me figuro que es tu sonrisa bailarina. Con ella duermo. Con ella vivo. Ni toda el agua que me aplasta puede apagarla aquí dentro.


Te ama hasta el límite,

Lena.


*


Perm, 20 de enero del año 1938.


Lena querida.

No sé nada de ti, amada. 
¿Qué ocurre? ¿Por qué no te llegan mis cartas?
Cada día te escribo, pero no recibo respuestas. Espero, con todo mi corazón, que sigas viva. 
Besa mil veces a nuestros hijos a través de mi infinito beso en tus labios. 
Yo no tengo casi fuerzas e intuyo que moriré pronto. He dejado aquí mi cuerpo. Literalmente. Mi vida en este lugar se ha desangrado. Han sido días de tortura, de un dolor tan profundo que casi no me atrevo a mencionar. No quisiera que tú lo imagines, porque sé que entonces te quebraría el alma. Te mataría. Afortunadamente, todo acaba pronto para mí. Ya no espero encontrarte en esta tierra de sufrimientos.
Tu recuerdo, amor mío, me ha seguido siempre, e iluminará mi tránsito. 

Amor, tuyo soy. Y te tengo... tan, tan dentro... Te tengo más allá de todo. 


Sergey


*


Sólo estas dos cartas llegaron a su destino. Después, el silencio como un portazo, se interpuso entre ambos.


Sergey escribió cientos de cartas durante los diez años que duró su tormento en un campo ruso de trabajos forzados. Y cada una llevaba impregnada la huella febril de su añoranza. Pero oscuras manos las interceptaron.

La muerte se apiadó finalmente de él.

Muchos años más tarde, el montón de viejos papeles cargados de sentimientos fue encontrado, casualmente, por un coleccionista de antigüedades en una pequeña librería de viejo. El descubridor de aquellas cartas, impresionado, no pudo hacer menos que investigar acerca de los protagonistas de esta historia, y, finalmente, hacérselas llegar a su verdadera propietaria: la anciana Lena, que aún conservaba viva la sombra de su persona. Porque eso era ahora. Una sombra minada por la soledad.

Pero aún le quedaba un atisbo de fuerza para arrastrarse hacia la esperanza. Y ella llegó. Fue un día, en el que el sol entró por su ventana con verdadera pasión. Aquella mañana un presagio se anunciaba tímidamente, pero con voz de campanilla, blanca y pura; lo sentía por todo el aire, extrañamente calmo.
Un hombre desconocido llamó a su puerta con el gran fajo de cartas. Hablaron, y luego lo despidió, temblorosa como un sauce bamboleado por un viento loco y maravilloso. Y ya en el violáceo silencio de su cuarto, los sobres fueron como cachorrillos tibios, acurrucadas en su falda. Deseaba eternizar el instante de la amada pertenencia. Estaba tan nerviosa... gozosamente tensa. Apenas se atrevió a rasgar los quebradizos sobres. Los olió primero, despacio, e imaginó el paso lento de los dedos se su amado al cerrarlos.
Abrió la primera carta. Reconoció al instante la letra; la vio danzar como fuego en los renglones. Le temblaban los dedos al desplegar cada raída hoja. Sus manos se transformaron en ramas asiendo la luz de una primavera total.

Detuvo el tiempo en cada frase. Vivió los diez años que los separaron.  Leyó en su apretada letra el amor más intenso, la espera más desoladora. Supo de su enfermedad, de su tortura, de su soledad.

Cayeron lentamente de sus manos todas las cartas, una a una, como los trozos de él que había perdido.
Y se le congeló una lágrima, como un diamante pesado, en su mejilla hundida.

En la alfombra, entre el papel desordenado que cayó de su falda, destacaba una fotografía. Era de él, posando, esquelético, pero con su peculiar e inconfundible sonrisa. La que parecía contener siempre un viento juguetón e incansable.

Aquella sonrisa, que ella se empeñaba en recordar cada noche, había vuelto súbitamente a ella, con todo su esplendor intacto, llegando directa a su pecho, como un profundo e inesperado dardo de amor sin límites. Un dardo que había estado viajando en el tiempo, imposible de detener. Cogió la foto y lloró sobre ella. Rió, hasta hacerse de bruma azul...  Y soñó... Soñó que muy cerca estaba él, abrazándola, y riendo también, mejilla junto a mejilla.



***

16/3/13

Idilio imposible




IDILIO IMPOSIBLE


Se giró. Oliverio estaba allí, recogiendo setas. Pero no la veía.
El árbol también se giró, e hizo ademán de seguirla, pero ella le dijo que guardara su silencio acostumbrado.
Silbó en azul intenso, intentando imitar el cielo de aquella mañana. Oliverio se detuvo un instante y cerró los ojos, mientras escuchaba el repentino canto de un pájaro maravilloso.
Ella dejó escapar un suspiro al mirar sus brazos. Él notó una mariposa posarse en su piel.
Un gamo de ojos de lumbre apareció entre las sombras y le miró fijamente. Él intentó acariciarlo, pero huyó. Ella arregló sus cabellos tras la huida. Y guardó en sus pupilas de ámbar la mirada de él, tierna como el musgo que recibe el rocío.
Oliverio tanteó una gran seta bajo un arbusto. Le pareció que tenía el tacto de un seno de mujer. Entonces gimieron las ramas sobre su cabeza, como si un ejército de alborotadas ardillas saltaran sobre ellas.
Ella colocó su mano debajo de la de él. Él sintió su bastón blando como una flor de agua.
Cada vez más estremecido, se acercó al río, en cuya corriente se deslizaba una púrpura hoja desprendida del otoño. La frenó entre sus dedos, y un prolongado beso recorrió todo su cuerpo.

Se sintió dulcemente enamorado. Extraño; enamorado... ¿del viento? Pero debía volver antes de la caída del sol.
Se sintió más viva que nunca; arrebatada; apasionada por un mortal. Pero debía volver. Y lo sabía. Debía.

Oliverio acudió al día siguiente. Y al otro. Y al otro. Mas el bosque callaba. Lánguidamente, retrocedía sobre sus pasos, pensando que todo había sido un sueño.
Mientras, a lo largo de un tronco de secuoya una larga lágrima se deslizaba.


***


31/3/12

El hibisco rojo





Entre el petirrojo escondido en el zarzal y el mirlo sobre el eucalipto; entre la profunda dulzura del primero y la ondulada melancolía del segundo, me senté, siendo concha que se abre a contemplar.
Los laureles me enviaban su aroma de sombra y limón mientras una araña vino a descolgarse de uno de mis cabellos. Yo observaba, como hipnotizada, las flores rojas de un gran hibisco, empujadas suavemente por la brisa. Toda la silueta del arbusto se recortaba contra la plata morada de las montañas como una preciosa ofrenda.

Pero algo extraño había en él. Parecía decirme que un amor trágico venido de algún remoto lugar se había adherido a cada uno de sus pétalos. Éstos se movían, con lentitud de nube, al compás de un raro y triste ritmo.

La luz del atardecer iba cayendo sobre las rojísimas flores cuando empezaron a emitir lo que parecían agudos sonidos, similares a un piar de gorrión, pero desafinado y con un toque de desgarro. Poco a poco fueron subiendo de tono hasta que todo el paisaje se vio invadido por aquel pesaroso canto. Mas en el mismo instante en que un fuerte viento de tormenta comenzó a soplar con resonancia de trombones, las flores se callaron y comenzaron a cerrarse, como si intuyeran alguna secreta promesa.
Comenzó a llover, y la lluvia rodó y rodó, esparciendo el eco de su frescura; y borró todos los contornos, incluyendo al hibisco, que quedó sumergido en un delicioso torrente de serenidad.

Fue tan intensa la tormenta que lo dejó desnudo, rodeado de todas sus lágrimas rojas, esparcidas por el suelo.

Y aquel doloroso amor que fue a posarse en los pétalos del hibisco fue hundiéndose lentamente en la memoria ancestral de la húmeda tierra.




http://es.wikipedia.org/wiki/Hibiscus

28/1/12

Teatro sagrado




Yo escuchaba los gritos de tu madre a través de la pared, y podía imaginar las cortinas de tu habitación, bordadas con globos, moviéndose al ritmo de tu inquietud.
Tu mano seguramente buscaba la mía con tacto de ciego, adivinando en qué rincón de mi pared estaba trazando un dibujo del revés.
Taconeos, tenedores sin agarre, arrullos de palomo entre los tubos de escape, lágrimas pegadas al cacao de tu taza, giros de mosca indecisa, lunas tuertas saliendo por tu ventana...
Con todo eso hiciste una bola de papel que tiraste tan lejos como dura el aullido de un lobo.
Entonces, te colaste por el orificio de las cucarachas, me agarraste las manos, y volamos, una vez más, a nuestro teatro sagrado.




30/9/07

Me llevan




Adiós, nena. No llores. Volveré.
Adiós, prados rebosantes de vida blanda bajo mis pezuñas; fragancias que tantas veces empaparon mi hocico.
Adiós, libertad, movimientos poderosos de mis patas hacia el verde infinito.
Adiós, sol; cálida mano de luz sobre mi lomo.
Adiós. Me llevan. Una fuerza más grande que yo. No sé adónde. Me arrancan de ti, de mi vida. No llores. Espérame.
Me llevan; el azul, el verde y las nubes se van haciendo cada vez más pequeños.
Aquí no hay luz y huele a miedo. Un dios nuevo, ciego, me ha raptado. Mis mugidos y mi fuerza resbalan en esta oscuridad. Tiemblo. Se ha detenido el traqueteo. Estoy nervioso. Amor, no llores.
¿Qué sala es esta donde respiro coágulos de terror?
Ahora sí. He visto un agujero con luz. Voy a salir. Ya voy.
Pero, ¿qué es esto? Cuántas pupilas amarillas mirándome. Se clavan en mí; me hacen daño. ¿Qué queréis de mí?.
Uno de esos fieros ojos, vestido de brillantes, se va acercando con algo rojo que me distrae. ¿Por qué me hipnotiza la tela ondulante? No sé que pasa, pero estoy furioso. Nadie puede burlarse de mí, ¿me oís? Mi energía colosal, mi furia, mi noble defensa, mi valor, sí, mi valor, todo contra vosotros.
Vosotros, los poderosos. Vosotros, los inteligentes. Sabed que no os burlaréis de mí.
No caerá mi majestad en esa arena. No. Mi bravura será sólo para ella y mis lejanos prados verdes.