Un viaje sin final

 


Mi viaje difusamente se proyectaba en los raíles azules de los que no veía el fin... 
Mis pétalos estaban destinados a dibujar fuentes y volar con las ánades, para luego caer y desgajarse sobre la tierra húmeda y callada. Y aprender todos sus secretos.






En este viaje dejé mi alma en el mar... donde una y otra vez te llamaba...




 No veía tus huellas de plata en la arena... respondiéndome.




El viaje era largo, rítmico.
El eucalipto, al pasar, me contó su vieja canción de resinas, de olvido...
 Y deslicé mis lágrimas verdes por el cristal.




Caí, y vi el suelo mullido contando su propia historia infinita...






 Quise detener un sueño azul...




Pero la vida me decía adiós vestida de blanco...






para volverme a abrazar... con otro traje.





Algo muy profundo me hacía luchar con las olas... mientras las rocas impasibles contaban los minutos que me quedaban.

Y siempre... sinfonías de cristal sobre mi almohada...







Nunca dejaste de observarme...;



me recordabas que mis pasos se hacían de oro tras la ventana, que nada era inútil...




 que podía recoger cada momento, descoserlo del tiempo y llenarlo de paz...




 Amé tanto, compartí tanto, aprendí tanto...





 Y flote... aferrada al instante...







Y me detuve desnuda ante el silencio que caía en picado hacia mi alma.






Y pude soñar el sentido de mi vida derramado en el tiempo.






 Mi viaje sigue...
 prendido
a la maravilla.

***


Foto y texto: Volarela