BLOG EN PAUSA
Este cuento, realizado para el Tintero de Oro, en su edición a Miguel Delibes, tuvo muy buena acogida entre mis compañeros tinteros, espero que os agrade a vosotros también.
El tema propuesto era la vida rural y la naturaleza.
(No tengáis prisa en leerlo o comentarlo, va a estar bastante tiempo en el blog como portada :))
LA VOZ DE LA MEMORIA
Empezamos por visitar el río. Sin duda, mi mayor felicidad desde los cuatro a los diez años. Después, mis padres decidieron que marchara del pueblo a la ciudad para hacerme un “hombre de provecho”, porque por lo visto los habitantes de los pueblos no son de provecho; algo que entonces no entendí, ni ahora tampoco.
Los ríos no cambian. Nosotros sí. Seguía sorbiendo la tierra con su lengua larguísima, exactamente con la misma constancia y pasión de siempre. Así nos imaginábamos al río, el Trucha, Lluc y yo, como una lengua líquida saliendo de un gigante de piedra llamado Pic Roig. Nos sumergíamos gozosos como tritones en ella mientras nuestras madres, algo más abajo, lavaban la ropa. El murmullo de las mujeres se unía a la fiel monotonía de las aguas.
Mis recuerdos son de una belleza prístina; hasta los sermones de Don Ezequiel, truenos desde un púlpito, que nos amedrentaban y hacían explotar el mismo infierno en la almohada, ahora me parecen entrañables.
En ese instante, mi mujer y yo vimos posarse sobre una roca del río a una lavandera cascadeña. El sol espejeaba en su pecho dorado como un saludo jovial: recordé, todavía turbado, a Pascualilla la hija de la maestra, inquieta, risueña, una flor en movimiento oliendo a “Lavanda inglesa”.
-Peret, toma, te dejaste el libro en mi pupitre.
Hay diminutas ternuras que se agrandan y se gozan con la distancia de los años.
Subimos al pueblo. No me pertenecía ya; ni a mí ni a nadie. Era de la soledad. Y de los gatos. La enfermedad y la vejez lo mancillaba igual que a todos… Las casas me miraban desde sus ventanas ausentes, un tanto desoladas por su incapacidad de proteger a alguien.
Docenas de gatos silenciosos como la luz que se reflejaba en los muros, vagaban con la indolencia de una vida plena. Por todas partes había alguno saliendo o entrando por sus nuevos hogares. Sorprendidos nos contemplaban como a súbitas apariciones. ¿Quién los alimentaría? Pensé yo; “La paz” parecían responderme.
Llegué a mi casa, junto a la iglesia. Sabía que iba a sentir una gran tristeza al contemplarla en aquel estado, desvalida ante la agresiva vegetación. Un gato blanco, como el que teníamos, posaba cual estatua egipcia en el mismo saloncito donde hilaba mi madre. Escuché (sí, lo oía nítidamente) el sonido de una rueca. Para mi propia sorpresa, no me asusté. Comencé a escuchar fuera de la casa el canto de un gallo, ronca flecha que abría mi memoria en gajos.
Nuevos sonidos llegaban, reconquistando sus viejos espacios: el Ximo y el Pecas jugando en la plaza desierta, el alarido de la niña enferma de la Toña, desde una habitación ahora inexistente; golpes metálicos saliendo por el ventanuco de la herrería, chanzas y risas desde la fuente completamente cegada por la tierra… El vuelo del vencejo, ilusionado como un niño repasando sus cromos al anochecer… Creí reconocer el ladrido de mi Negrillo… y la voz de mi madre llamándome para cenar. Estaba impresionado. Pero no sentía miedo, sino alegría. Ante mí se desplegaba toda la vida acústica de mi pueblo y yo parecía ser el director de tal orquesta, pues mientras mi mente enlazaba una memoria con otra, los sonidos llegaban a mí absolutamente reales.
Mi abuelo, hombre de recio mutismo, a mí sólo contaba historias increíbles como la que estaba viviendo. Quizá su influjo seguía allí, porque estando a su lado cualquier cosa era posible. Fue también padre y amigo, y un hombre respetado por el pueblo, casi temido por su solemnidad natural: lo apodaban “el Tordo” porque los tordos le seguían cuando iba a por esparto para sus cestas.
Era cestero. Su silencio se hacía voz en sus manos, se transformaba en preciosos cestos, siempre diferentes, creativos, aunque sólo sirvieran para llevar simiente, ropa sucia o racimos de uvas.
Juntos observábamos los pájaros. Del abuelo aprendí la confianza; de las aves la libertad y la música: llegué a diferenciar por el canto una terrera de una alondra.
Él, un ave más, a menudo canturreaba con una leve sonrisa en los labios. Recuerdo preguntar a mi madre:
“¿Por qué el yayo cantuchea*?” Ella me respondió: “Para matar la pena.”
Yo no entendía la muerte; era demasiado pequeño. Tiempo después me lo contaron: su mujer había caído de la mula un día festivo en que ambos se dirigían al pueblo vecino.
Unos adolescentes hicieron estallar un petardo, no muy lejos del camino que ellos seguían, y la mula, asustada, se encabritó, elevándose sobre sus patas traseras. Mi abuela cayó. Los chicos se acercaron a ayudar y la llevaron herida hasta el pueblo. Mi madre me contó que les dijo:
“Gracias, hijos míos, Dios os lo page en bendiciones, que yo ya no podré hacerlo." No llegó viva.
El abuelo desde entonces se limito a emplear los monosílabos básicos para la supervivencia. Sólo a mí me hablaba. Pero a menudo cantaba, sonriéndose, una dulce tonada popular. Yo, sin comprender la profundidad de su drama, le escuchaba con placer y curiosidad, como el que escucha a un ruiseñor oculto entre el follaje.
Ahora volvía a sonar su canturreo. Era la misma voz…, fuerte, varonil. Se extendía por todo el pueblo, penetraba en mí como un humo aromático. Dejé que me embargara su recuerdo pleno de afecto.
Todo pasado sigue vivo en algún lugar, decía mi abuelo, intocado, inmutable, eterno, esperando nuestro reencuentro.
***
*cantuchea. Licencia: canturrea
Qué belleza de historia, has encontrado los elementos justo para que el corazón a leerla se llene de emociones y sentimientos.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo con el párrafo último, el pasado de algún modo sigue ahí, en algún lugar de nuestra mente, y no hay que olvidarlo, porque forma parte de nuestras vivencias, buenas o malas. Te aplaudo Maite, has logrado que sienta a ese abuelo.
Mil besotes reina, espero que todos estéis bien, dados los acontecimientos.
Qué bien, Campirela, Hada Buena, has sentido a ese abuelo. Gracias por tus palabras.
EliminarSí, yo creo que todo tiene su lugar, incluso lo que olvidamos está guardado en un cofrecillo que quizá un día se vuelva a abrir... :)
Gracias Mil, ¡reineta meua! :) En la zona donde vivo no ha habido sino una lluvia "enamoradora y buena", pero algunas personas muy cercanas sí han estado muy próximas, gracias a Dios, sanas y salvas.
Besitos de Hada Sin varita a Hada Con varita :)
Hola Maite, que preciosidad de historia, no le falta de nada, cada párrafo es una experiencia de vida, toca las fribras. Vivir en un pueblo es relacionarse, contactar, unos a otros y, los apodos están a la orden del día. Lo de los gatos me has hecho gracia, en mi pueblo hay más gastos por las calles que personas en un invierno. Tus abuelo tenía razón, el pasado sigue vivo en algún lugar. Sigue vivo en los hilos invisibles que tejen nuestras relaciones y comportamientos. Cargamos con las historias no resueltas, los dolores no expresados, los destinos no cumplidos de nuestros ancestros. El peso del pasado no desaparece, pero puede transformarse cuando aceptamos su lugar y lo integramos en nuestro presente.
ResponderEliminarFelicidades me ha encantado.
Muchas gracias, por compartir una historia tan emotiva.
Un calido abrazo.
Me alegran mucho tus palabras... ¡Gracias, Cristina!
EliminarTotalmente de acuerdo con tu explicación del pasado. Esos "hilos invisibles" siguen actuando, son las consecuencias naturales de nuestros actos, muchos incluso olvidados.
La aceptación y la transformación de nuestro pasado es esencial para superarlo si ha dejado traumas. Completamente de acuerdo y muy bonito que lo desarrolles.
Me gusta que haya coincidido lo de los gatos con tu pueblo. Yo, aunque lo he exagerado, también vi gatos en el pueblo abandonado de la imagen que he colocado en la cabecera, y eso me dio pie a hacerlos también protagonistas de la historia.
Quería destacar, por si queda alguna duda, que se trata de una historia totalmente inventada, salvo en pequeños detalles que forman parte de lo que veo o escucho, como la anécdota del accidente, pero no hay nada personal.
Gracias a ti, Cristina, me encanta que te haya parecido emotiva.
Un abrazo bien grande y cálido :)
Es que el ayer, no olvides que sin él hubiera sido imposible llegar hasta aquí, espera siempre vernos volver, a vér que fue de nuestros sueños, de cada propósito que hayamos modelado en aquellos años, y espera también para saber qué hicimos con nuestros recuerdos, si a alguno le quedamos temiendo y pretendimos borrarlo como si no hubiera pasado... Inspirador entrañable relato el tuyo, Volarela amiga, esto me sale decirte, empcionado por esos párrafos finales... Y ese fragmento de los gatos, sabés que me llegó profundamente, ya me gustaría vivir yo allí en ese paraíso, Escuaín, que tan bien describes...
ResponderEliminarAbrazo siempre admirado hasta vos sensible amiga ser poético más allá del charco atlántico...
¡Me alegra mucho que te gustara la parte de los gatos!; no es real, como tampoco el pueblo, pero le da misterio y me encantó hacerlo así (pero te apunto como alcalde y único inquilino porque los gatos me lo están pidiendo...! :)
EliminarEl pasado es como dices, nuestro padre-madre. Puede venir a visitarnos, lo importante es siempre recibirlo con cariño porque cada hecho vivido e interpretado nos dio nuestra forma actual. Me llama la atención en tus poemas que hablan del tiempo, cómo el pasado siempre está cambiado, alterado por el tiempo y la fragilidad de la memoria (y nuestros propios deseos) de manera que ni siquiera éste es real… Y es que es cierto… ni el pasado es verdaderamente nuestro, ni nosotros somos “eso”.
Gracias por pasarte y leer esta historia, por desarrollarla con tus impresiones que a su vez me han inspirado a mí… (sonrío..)
¡Y un abrazo tan poético como tú! :)
La respuesta está en la impermanencia... Eres algo serio, Volarela, hasta para comentar!! Abrazo admirado una vez más.
Eliminar¿Quién yooo? ;)
EliminarMil gracias, vos igual...
La imparmencia le da todo el sentido... y a su vez abre nuevas preguntas...
Abrazo va del mismo tamaño (¡Hay un choque de abrazos admirados en el Atlántico! :)
Es una absoluta delicia leerte...este relato pleno, melancólico, emocionante en su sencillez y profundidad.
ResponderEliminarUn viaje al recuerdo,donde nos volvemos a encontrar con todos los afectos y presencias que ya no están.
Magnífico.
Eres grande Preciosa!
Como en tus poemas, eres breve pero contundente y exacta al analizar. Y tan cariñosa y generosa al juzgar... Gracias, me alegras el día con tus palabras.
Eliminar¡Un abrazo muy contento y cariñoso!
un relato mágico, que nos traslada a ese mundo rural en el que parece no pasar el tiempo...
ResponderEliminares verdad, porque alguien que vive en un pueblo no va a ser un hombre o mujer de provecho? es el mismo tipo de ideas anticuadas que, por ejemplo, "quiero que mi hijo estudie una carrera para que tenga un porvenir". aunque resulta difícil de creer, en pleno siglo xxi todavía hay quien piensa así.
me gusta el personaje del abuelo introvertido. cuántas historias tendrá para contar, aunque sólo las comparta con unas pocas personas, como su nieto.
abrazos, maite!!
El protagonista de tu historia, visita con su mujer, su antiguo pueblo, que nos lo muestra en un flashback constante...Y comienza con el río, que con su larguísima lengua, es metáfora del tiempo de la vida, que nos va a llevar a momentos y recuerdos inolvidables...Desde las lavanderas, hasta los sermones del cura y su compañera de colegio Pascualilla...Ese cuadro de gatos solitarios, puros fantasmas, ánimas que alimentaba la paz misteriosa del lugar...Precioso, amiga. Ese momento especial en el que un gato blanco, lo espera en el saloncito de su vieja casa, donde hilaba su madre...Ufff Todo un símbolo espiritual...Y el canto de un gallo, que despertaba su memoria en "gajos"...Ese flashback está uniendo el pasado y el presente y lo está eternizando en su mente y su corazón...Su vivencia era historia contada por la voz de su abuelo, que era pájaro, tordo y ruiseñor...Símbolo de belleza, pureza y sabiduría de la naturaleza, que guardaba en si su tristeza y humildad espiritual...Sin duda el pasado de los pueblos abandonados está vivo y es eterno, esperando siempre una voz, como la tuya, que extienda su canto de amor y vida, Volarela...Qué emotivo, entrañable y mágico relato, amiga...Mi felicitación por dejarnos ese mensaje espiritual, que anida en cada elemento y cada recuerdo del protagonista.
ResponderEliminarMi abrazo grande y admirado por tu entrega y pasión por las letras, hadita.
Cuando leo en tus palabras, desgranando con tanto mimo, y con la frescura de tu mirada, mis propias ideas descritas por ti, enumeradas, desfilando ante mi vista, analizadas… me entra una mezcla de alegría, sorpresa y rubor… Es como si el relato no fuera mío, lo releyera contigo, lo viera desde afuera, y ¡me gusta más! Por ejemplo, lo del gato blanco como símbolo que une los dos tiempos (los gatos no dejan de ser misteriosos conectores de realidades), pues me encanta. Haces que lo vea todo con más hondura y eso que yo misma lo he escrito. Siento esa onda de Perrotti que se expande ¿recuerdas su poema del músico? Resonancias concéntricas…
EliminarCada cosa que escribimos lleva nuestras propias resonancias, pero luego rebotan en los demás y crean nuevas ondas… y es tan bonito verlo cuando esas ondas continúan la canción empezada… Gracias por tu mirada, por compartir tu sensibilidad y tu tiempo y por tan precioso comentario.
Un gran abrazo, compañera y amiga!
Me gusto tu relato. El pasado siempre nos encuentra en lo sueños y en los recuerdos. Te mando un beso.
ResponderEliminar¿Sí, verdad? Me alegro que te gustara.
EliminarOtro beso para allá... :)
Cómo me ha gustado esta maravillosa descripción... "Las casas me miraban desde sus ventanas ausentes.." o está increíble metáfora..."ronca flecha que abría mi memoria en gajos" o esta otra joya..."Su silencio se hacía voz en sus manos" ...como tú abuelo pienso q el pasado sigue vivo en algún lugar ..de nuestra mente ...completaría yo...y si es un recuerdo tan magico como el q nos acabas de regalar ...menos mal q lo has rescatado para q se conserve entre tus increíbles letras ..eres todo ternura MAITE .. Cada una de las letras q componen tus escritos lo son... ternura con olor a hierba , porque en cada uno de tus te tos, en este más aún se nota ese amor por la naturaleza, por la tierra y todo lo q nos rodea...siempre me hubiera gustado conocer como tú comentas aquí, y seguro q lo conoces de verdad a la vista de los enlaces, el sonido de cada uno de los pájaros q escuchamos ...a veces me quedo embobada cuando voy por el bosque ( voy mucho y ahora más ..luego iré a buscar setas ; ) pero a diferencia de ti no conozco a penas ninguno, sólo los disfruto, como está previosimis historia qué me ha recordado muchísimo a Daniel el mochuelo de Delibes .. sí , mira eres muy Delibes tú, aunq embadurnado de mermelada de frambuesa jajaja riquísima !!! mil gracias MAITE, siempre ...donde sea y en la forma q sea leerte o escucharte siempre es una caricia al alma , un besazo inmenso hasta la tuya ..gracias por todo , de corazón.
ResponderEliminarSí, María, como dice el abuelo del chico de la historia, el pasado nos espera en algún lugar... de la memoria... como resaltas tan adecuadamente... Pero... ¿y si se pudiera volver hacia atrás en un futuro? Que nos lo explique él, aunque me temo que no le gusta hablar mucho... :)
EliminarGracias por tus preciosas palabras, a veces no soy tan tierna, pero con lo bello y noble de la vida y las personas no se puede ser de otro modo :) Tú también hueles a heno, a leña de encina y setitas recién cogidas... ummm qué delicia, lo pasarías en grande recogiéndolas...
Y sí, acertaste en que me apasionan las aves, pero yo no sé tanto como mis protas. ;)
Te mando muchos besos y un abrazo especial, que sea una caricia con aroma a romeros para tu alma tan sensible.
Hola querida Maite! como estas preciosa!
ResponderEliminarque linda joya de nostalgia que capturaste y nos la colocaste en un rincon del alma. Ya para empezar la imagen del gatito me puso de buen humor, despues un rio eterno que no cambia, un abuelo que canta para sanar, un pueblo que, aunque hoy mancillado por el tiempo, se convierte en un refugio para los gatos y la memoria.
Las madres lavando en el rio, los sermones como truenos, y siempre siempre siempre los gatos que dominan el pueblo como sigilosos guardianes de la memoria de aquellos que ya no estan.
El pasado convertido en sinfonia con los vencejos y los perritos, super evocador!
Gracias por estos hermosos cuentos que nos conectan a los ecos del ayer y por tus preciosos y adorables comentarios.
Un abrazo grandote.
Preciosos y adorables son los tuyos, Hada. Tus entradas son una maravilla; se sale inspirada siempre, y más cuando te visito varios seguidos...
EliminarQué estupendo que al ver el gatito te predispusiera tan bien... Sé que adora los animales, y todo lo exquisito y delicado como se ve en la obras de arte que eliges.
Me gusta mucho eso "sigilosos guardianes", me encanta, gracias por aportar tan preciosa idea. Puede que la tome para algún otro cuento.
Gracias a ti, Hadita, por tu tiempo, por tu entrega.
Te mando un beso y un abrazo desde un pueblito muy lejano, muy lejano... con una luna verde mirando por mi ventana y viéndome cantar... ;) y tú me entiendes :)
Delicia siempre leerte, Maite, qué conmovedor recorrido por un pueblo antes vivo…
ResponderEliminarLos pajarillos parecen despertar la memoria… uno los sigue, se relaja y fluye el pasado con sus trinos... Y cada gato parece simbolizar un recuerdo especial para Peret el protagonista... Y ese abuelo -de recio mutismo-, qué fantásticamente elaboras su retrato... puro deleite... Precioso, gracias mil, te mando un enorme abrazo
¡Milena, qué guapísima estás! Tu sonrisa se sale de la foto... :)
EliminarEres toda de luz, no lo puedes ocultar, jaja.
Gracias de corazón por seguir elaborando este historia, muy sencilla en el fondo, me encanta que te relajes y es cierto... cada gato podría ser un recuerdo para Peret, buenísima idea... que me apunto.
Me entusiasma que te gustara el abuelo. Te diré que esa parte, la del accidente de su mujer sí es real, me lo contó una amiga mayor de su propio abuelo, a principios de siglo. Éste, después, "cantucheaba" (es la palabra que escuché) para olvidar... Me emocioné al oirlo y de alguna manera sabía que acabaría saliendo en algún cuento, aunque la personalidad, el oficio y el hacerlo medio mago es todo invención.
He visto tus comentarios en el otro blog. Dupliqué el relato, pero allí no funcionan los enlaces. ¡Muchas gracias por decirmelo!
Y más gracias por tus comentarios, tu inspiración y tu mirada tan especial.
Un abrazo enormeeeee, querida Milena :)
Gracias a ti siempre mi querida Maite, adoro tu mirada tan creativa, tan positiva.
EliminarOtro enorme abrazo para ti; muy felices días, muy felices sueños :)
!Ay, mi querida Maite¡ Me enamora esta sublime prosa. Que lectura tan hermosa, tierna, nostálgica en la cual me veo envuelta, me trae un montón de recuerdos me veo reflejada, de niña y adolescente, parece la historia de mi vid... De tu mano, acabo de hacer un viaje al pasado, al rio, el campo los gatos, los perros, lo pájaros, la mula, el molino, el lavadero, las fuentes y regatos, el abuelo, y otros muchos familiares que aparecen en mi mente en este momento.
ResponderEliminarTienes un gran talento, e inspiración mágica, leerte, es un gran lujo, Poeta Grande.
lo dejo aquí, pero pasare en otro momento, estoy un poco delicada de salud.
Un abrazo agradecido por este post tan maravilloso y todo lo escribes que haces parar el tiempo un poquito.
Mochos besitos en la distancia, y se muy, muy feliz.
Gracias, amiga del alma. He pasado un rato inmensamente grato leyéndote.
Marina, no sabes cuánto me emociona que mi relato te haya hecho revivir tu vida pasada, tus recuerdos de infancia en un pueblo, rodeada de naturaleza, de una vida tan sencilla... Hacerte parar el tiempo un poquito, llevarte a eso que yo no he podido vivir pero sí imaginar. Que todo el cariño que le puse al narrarlo te haya llevado de la mano a tu propio pasado es el mejor regalo que puedes darme al leer. Es maravilloso.
EliminarLa historia era un homenaje a Miguel Delibes. Sus historias rondan siempre el mundo rural y el natural. Yo siempre sentí mucho interés por la vida del pasado; porque nací rodeada de asfalto, encerrada en un piso, sin libertad, sin un río a mi lado en el que jugar, ni un viento, ni unos árboles cerca... Con muchas historias que me han contando amigos mayores, sumadas a mis propias sensaciones, ya adulta, en la naturaleza, hilé la historia; la caída de la mujer del hombre es real y su reacción también; me la contó una amiga. Me emocionó mucho y aquí terminó saliendo.
Siento que estés delicada. Espero que vayas recuperándote, que el tiempo, despacito y con mucho amor, cure las alas de esa golondrina poeta que eres.
Tu presencia sí que es un lujo.
Gracias a ti, Marina querida. No dejes de aparecer aunque sea de vez en vez para recordarnos que la Poesía de las cosas sencillas por las que vale la pena vivir BUSCA a su poetisa predilecta: Marina. De verdad te lo digo.
Podrías escribir de todas tus memorias... cuando te sientas mejor. Seguro que tienes mucho, mucho, mucho y muy bello que contarnos.
Abrazo inmenso de mi alma a la tuya y mil ánimos como pajarillos al amanecer, pero pajarillos de tu pueblo, de esos que son eternos :)
Mi querida Maite, admirables son todas
ResponderEliminartus presentaciones, ademas de unicas,
te felicito mi amiga.
Besitos dulces
Siby
Siby, muchísimas gracias!
EliminarBesitos dulces para ti! :)
Hola, Maite, cuanta belleza y delicadeza descriptiva y emotiva en tu relato, que creo nos traslada a todos a vivir o rememorar tiempos anteriores, aunque no fueran igual de bellos.
ResponderEliminarEl inicio es contundente, esos dos primeros párrafos no tienen desperdicio. Hay tanta poesía aquí... Los ingredientes usados, el pueblo ya abandonado, las casas deterioradas, la naturaleza con ese río tan presente, siempre fluyendo igual, los animales (aves y gatos), los amigos de infancia, ese atisbo de primer amor por Pascualilla, la familia en especial la madre y ese abuelo tan callado y a la vez tan parlanchín con ese cantucheo, es un abuelo todo terreno (como decimos por aquí). Una joya de relato. Resalto unas frases interesantes y acertadas.
“hombre de provecho”, porque por lo visto los habitantes de los pueblos no son de provecho.
Hay diminutas ternuras que se agrandan y se gozan con la distancia de los años.
flecha que abría mi memoria en gajos.
Todo pasado sigue vivo en algún lugar.
Una delicia leerte, la voz de la memoria o bien la voz del recuerdo que se convierte en gozo según vamos recordando los buenos tiempos vividos.
Felicitaciones y un fuerte abrazo, me encantó, definitivamente todo lo que tocas se convierte en oro.
P.D. no llegue a verlo en el otro blog pero como fue para el Tintero se que debes tenerlo ahí.
¡Hola, Harolina!
EliminarQué bonito encontrarte aquí de nuevo; creo que eres la única que viene del "otro blog" por primera vez y está como yo, entre esos dos "mundos" el de la prosa y la invención allá con los Tinteros, y entre la realidad o reflexión (en mi caso la poesía "realista" que suelo poner por aquí. Me regalas una lectura fenomenal, profunda y finísima.
Todos experimentamos ese placer en rememorar los momentos bonitos; ese gozo que tan bien describes. Seguramente, dentro de unos años yo misma volveré a este instante y me resultará vivo otra vez, y te volveré a decir... "Hola, Harolina..." :)
Coincides con otros "Tinteros" en las frases elegidas; está claro que son las mejores. La primera (en esa coincides con Chema) es una referencia o "guiño" al mismo Delibes en su novela "El camino", que era la homenajeada. En ella el padre del chico protagonista lo obliga a abandonar el pueblo para "hacerse un hombre de provecho" y estudiar lejos en la ciudad. El drama de la historia es precisamente que él no quiere irse. Los motes también son referencia a los motes de sus personajes, y algunas cosillas más.
Feliz y de lo más encantada de que te gustara.
Mil gracias, de corazón, y un abrazo igualito :)
Tu texto ofrece una bella manera de mostrar la transformación de un ser humano en su paso por el tiempo vivido y a través de los recuerdos.
ResponderEliminarHay una frase clave en tu relato "los ríos no cambian, nosotros sí", ella encapsula la dualidad entre la permanencia de la naturaleza y la fugacidad de lo que va recorriendo el humano. Lo inalterable de lo natural contrasta bella y poéticamente a lo largo del relato con el permanente cambio de los humanos. Creo que supiste proyectar un sentimiento universal desde el personaje creado.
Veo el tiempo en tu río, que fluye mientras todo cambia y encuentro varios puntos que establecen contrastes, por ejemplo: lo entrañable del recuerdo con el abandono que se observa en los gatos vagabundos. Muy bien logrado, esa variedad enriquece.
Introspectivo y sensorial relato, se nota tu estilo.
Abrazo desde mi noche hacia tu amanecer.
Qué bonita reflexión, Eukel. Y qué cierta. Al escribir esa frase al principo pensé justamente en esa idea: el cambio incesante; hasta los pueblos, las ciudades no son las mismas cuando pasan los años y se vuelven a ellos; pero por la naturaleza, si el hombre no ha metido la mano, sí, es exactamente igual; lo único que ha cambiado es nuestra percepción.
EliminarLa parte de los gatos que señalas trasmite melancolía, así la sentí, pero como dices, es un contrapunto a esa idealidad que permanece pura en la mente: el pueblo ya no tiene habitantes humanos; está destruido "no me pertenecía ya, ni a mí ni a nadie". Creemos que las cosas nos pertenecen y es al revés. Me gusta mucho que señales esos detalles, eres tú quien enriquece el texto con tu visión tan rica y personal. ¡Muchas gracias!
Un abrazo, ya en mi noche hacia tu amanecer :)
Yo también creo, como tu abuelo, que "todo pasado sigue vivo en algún lugar".
ResponderEliminarMe ha encantado tu relato y la forma de contarlo. No es solo que nos muestres la importancia de los recuerdos de la infancia, sino que con esa sensibilidad tuya a flor de piel a la hora de exponerlo, nos llevas de la mano y logras introducirnos en un tiempo y en un lugar que, aunque aparentemente estaban muertos, con tu forma de narrar y de sentir lo que vas narrando, has logrado darle nueva vida y traerlos al presente como si estuvieran aquí realmente otra vez. Así lo he sentido yo al leerte.
Gracias Maite por compartir belleza. Siempre es un enorme placer leerte.
Fuerte abrazo.
¡Hola, Joaquín!
EliminarSi te refieres a mi propio abuelo, no lo tuve, pero me hubiera gustado tener uno como el del pequeño Peret (Pedrito en valenciano).
Me alegra en cierto modo haberle dado vida a un pueblo muerto con la varita de la literatura; a veces se consigue... parte de ello por el gran cariño que le tengo a esa vida de un pasado que en realidad nunca viví, y que está perdido para siempre, como el pueblo abandonado que describo, y sólo presente en nuestra literatura o en los mayores que aun viven para contarlo, o en cierto lugar que el abuelo sí conoce. Es fabuloso que lo hayas sentido así.
Otro abrazo bien fuerte, Poeta :)
Muchas gracias a ti
La vida, los recuerdos siempre regresan para deleitarnos y a veces para hacernos llorar. Pero la niñez guarda los mejores momentos de la vida. Muy bueno tu relato, real o imaginario me ha emocionado.
ResponderEliminarmariarosa
En algunos así es.
EliminarSi te emocionó logré mi propósito
Un abrazo
Amigos, voy a está ausente del blog.
ResponderEliminarFelices días.
Un abrazo grande a todos! 🌟
¡Hola, Maite! Pues aquí llego, tras meses de ausencia que, por lo visto, va por barrios, je, je, je. Bueno espero que la tuya sea por algo bueno.
ResponderEliminarUn relato espectacular, creo que todos los que tenemos un pueblo de origen, donde nacieron nuestros padres o abuelos, hemos puesto y adaptado tu texto a las imágenes que cada uno conservamos del nuestro. Un relato bellísimo con una frase final perfecta como cierre y resumen. Y es que nada muere mientras haya alguien que lo recuerde. Un abrazo!!
Un cuento relatado que va pellizcando el alma mientras lo lees
ResponderEliminarLos recuerdos toman vida propia, oyes las palabras, sientes cada pensamiento y te duele hasta morir la caida de la mula de la abuela, y ese dolor en el silencio que acompaña al abuelo...
Precioso
Un fuerte abrazo