Tiempo

 

 


                                    

Tiempo. Obra a tinta del pintor Pedro Sacristán: Página del autor


La palabra Tiempo es la escogido por nuestra anfitriona Sindel para que poeticemos, hablemos, meditemos, sobre él..

PALABRAS DE SINDEL


La oruga avanza con un reloj en cada antena sobre su hoja planetaria.

El sol hunde su risa de niño en el ombligo de la noche.

Sale el cangrejo. Jadea un feto. Exhala el tren un adiós de hierro...

Vira el velero.

Un perro olisquea el fantasma de una rosa.

Se posa una bandada de lágrimas

en un ciprés.

Ella le besa a él…

El tiempo trabaja

con arrugas en los dedos…

 

El mar duerme y se despierta

dentro de un cuento

que descubre un niño

en el cajón de su abuelo.

Cabalga el mar

sobre peces ciegos

hacia la luz azul de los ojos del nieto...

 

Tiempo…

 

Vosotros os columpiáis.

Nosotros nos columpiamos…

Ellos se columpian

todos en fractales

que vienen y van…

Van y vienen en remolinos agudos de gloria,

estela de semillas prístinas,

coros de renovación.

 

Vuestras manos,

nuestras manos,

sus manos...

son sueños de niños que cantan

agarrados a la mano del tiempo.


-Los dedos del tiempo tienen alas.-

 

Corren los segundos como hormigas

 atareadas

por un reloj detenido,

gigantesco,

                             congelado,

en la hornacina de Dios.

Tiene ya mucho polvo

extasiado

flotante…

Y él se mira en él;

de un soplido lo expulsa,

y en un suspiro lo vuelve a crear:

 Tiempo.


*



Mi dibujante favorita y unos pensamientos sobre percepciones caninas




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                                                          OTRA MIRADA   
                                                                                         (la de mi perra)


 Miré largamente los ojos de mi perra. Tenían mucha lluvia contenida en un lago denso. Podía chapotear en ellos y no dejar nunca de solazarme en tan mansa entrega.
  Casi hipnotizada quedé atrapada. Y viajando más profundamente por aquellos dos espejos pude verme a mí misma. Dos reflejos pequeñísimos de mi persona, como dos llamitas curiosas, se movían a la par en los dos orbes profundos de mi perra.
  Sin embargo, no podía reconocerme. Sí mi figura, pero no el ser que yo veía, del que parecía emanar una suave brisa de tulipanes nacientes. Poseía en las pupilas dulzura de néctares para las mariposas imprevistas; un corazón transparente como el ala de una abeja; y sobre la cabellera alimonada un brillo de estrellas que sonaba a flautas en la noche.
  Dije una palabra:
 "Ven."
  La pronuncié con ternura.
  Mi perra se acercó aun más, y pude contemplar otra vez mis diminutas personitas reflejadas en sus pupilas. Pero esta vez vi destellos púrpuras, muy suaves, irradiando de la zona de mi frente. Parecían rosas que se abrieran y cerraran en parpadeos veloces. Un manto de vientos verdes se desprendían de mis brazos cuando me acercaba a mi dulce compañera.
  El timbre de la puerta sonó. Bruscamente se rompieron las imágenes como frágiles porcelanas. Los ojos de mi adorada perra se volvieron líquidos con pequeños tintes anaranjados de ilusión. Corrió a la puerta, mientras yo contemplé mi habitual y anodino rostro en el espejo del salón:
cielos grises, arrugas de encina, labios empantanados, cejas de arboleda atormentada, mejillas declamando odas en su soledad austera... Y  ninguna pista que me llevara a aquel ser de llamas irisadas que parecía contemplar mi inseparable amiga.
Quisiera preguntarle cómo llegar al fondo de sus pupilas.


***





Burros: Yo rebuzno

Temblor inconmensurable (poesía de amor declamada)


                                              
                                                            A mi esposo, temblor inconmensurable en mi ser...




Nuestras pieles embriagadas en la arena,
girando con las sílabas azuladas del mar,
Nuestras manos hechas de imparable viento
surcándonos el alma.
Nos acariciamos
-como dos galaxias girando
en la soledad quieta del éxtasis-
paralizados en la pupila del otro,
tocando la vena más profunda,
tiritando de unión.

Amor, amor...
palabra chorreando por nuestros cuerpos,
oro líquido y sol
de tu labio a mi labio.

Sabes a mi yo de cristal y alas,
sepo a tu yo de bronce y crines.
¡Los labios del aire también quieren besarnos,
penetrar en nuestro beso y colmarlo de vencejos!

Sabes que te amo,
como yo sé
que te caen pétalos de los dedos al tocarme.

Repito que te amo,
puedes ver mi espalda refulgiendo al eco de mis palabras,
alumbrando el camino que no necesitamos ya buscar,
¡él nos busca!

El mundo nos llama con su aliento despejado
y huele a jazmines transparentes.

Levitamos...
Mira amor, se empolvan nuestras caras con el viaje de las nubes...



"Madera y miel" 2015

VERSIÓN CON VOZ, Mayo 2022





Burbujas. Breve relato fantástico



Pintura de Nicoletta Tomas Caravia


                                                BURBUJAS


La burbuja de Sofía estaba cada día más limpia. Ella se esmeraba en pasarle el plumero cada día; la llenaba de trinos y la aromatizaba con eucalipto y ciprés. Cuando encontró a Magdalena, tristemente reparó en su burbuja llena de remiendos, pálida y cenicienta. De entre el polvo se le escapaban  polillas.

─ Pareces muy triste le dijo.

─ Acabo de romper con Daniel.

Decidieron detenerse a la orilla del mar para hablar. Frente a ellos los paseantes portaban sus burbujas de colores. Uno de ellos la tiró al mar, lleno de furia. Contemplamos la burbuja explotar y formar parte de la espuma, que enseguida se tiñó de rojo. Nos compadecimos enormemente de él.

Un niño llevaba su burbuja atada a una cuerda de plata, como si fuera una cometa. La burbuja reflejaba un velero de velas rosas. Crecía y crecía tanto como la sonrisa de la criatura, que, descalza, chapoteaba en la orilla espantando a una gaviota, cuya burbujita estaba tan nueva como el cielo.

─ No sé cómo reparar mi burbuja. No me queda nada para remendarla. Muy pronto moriré ‒le dijo su amiga.

Al oír esto, Sofía la abrazó, y de su propia burbuja salió una clemátide que se adentró en la de Magdalena. Allí arraigó y comenzó a florecer.

Sofía volvió a casa muy triste. Sintonizó su burbuja con la música de las esferas y se durmió entre sollozos.

Al día siguiente, la gran burbuja del amanecer le trajo miles de pétalos de clemátide que cayeron inundando la calle. Era el adiós de Magdalena.

Notó cómo su burbuja se volvió densa como una montaña; su corazón no podía contenerla y ella apenas podía caminar.

Abrió la ventana más alta de su burbuja, la que miraba al cielo; y vertió por ahí todas sus lágrimas hasta volverse tan ligera que ascendió, siempre en su brillante esfera, hacia su amiga.


***





                                                                       Clemátide

Entrada fija

*** Aún no ha amanecido. Unas pocas estrellas en el cielo nos recuerdan nuestro viaje. Prendo la leña. Despiertas. Huele a re...