Grabado de Doré
LA MUERTE, AQUELLA DAMA CONSTANTE
Tú no miras a
través de pupilas,
ni las ventanas
te conocen,
ni las puertas,
ni los candados,
ni los niños.
Llegas sin más,
a través del aire.
Mudo aullido que
es imposible detener.
Pones tu planta
dura sobre la carne abierta, abandonada,
y la enredadera
de lágrimas se abre paso.
Tu mano dura ha
lastimado
las mejillas,
los besos, los unidos brazos.
Y ahora esos
brazos no encuentran el denso, tibio, amado cuerpo,
no lo
encuentran.
Y piernas
enredadas, y columnas de llanto,
y un adiós de
plomo aferrándose a la lengua,
es lo que queda,
es lo que
atenaza,
porque has
llegado tú,
y no sabes lo
que es desangrarse por amor,
y nosotros no
sabemos cómo empujar este mar.
Y en este vacío
lluvioso tendremos que anidar,
viéndote pasar,
con frío,
viéndote
cabalgar con nuestro amado,
viéndote
en la lejanía
clavada.
Y en nuestros
sueños,
y en nuestros
días,
te seguiremos
viendo,
hasta caer,
hasta absorber,
hasta vomitar
todo el humo de
la ausencia.
*