Fotografía de "Buitre"
Mi encuentro, en la lírica llanura castellana, con un perro solitario.
De "La naturaleza en el corazón".
"Tierras de
Soria"
Me encuentro sobre
una anchísima planicie de melodías estoicas y rojas: Castilla.
He bajado de mi moto
a pisar este suelo; a tocar sus raquíticos brotes de hierba inclinada bajo este
cielo sin fin. Y ya atardece. Noto un soplo ligero de infinitud en mi nuca: es
una brisa cálida sin lugar de nacimiento ni muerte que me hace disfrutar de
este cansancio tibio.
A lo lejos, un
perro. También sin cuna, y quizás, sin sepultura. Es castellano. Lo dicen sus
huesos hincados en su pelaje tostado (piel dura, pero sin soberbia). ¿Ladra?
Sí. Y con él los adioses del trigo en la distancia. Y allá se estremece un
viejo alcornoque en su propio ladrido de ramas retorcidas. El perro se está
anaranjando con el sol y empieza a husmear el tiempo que se guardan las
piedras. Yo lo miro, lo llamo plácidamente. Deseo acariciar a un ser tan
anónimo como yo. Somos dos solitarios que pueblan el paisaje. ¿Será mi olor
blanco para él, nuevo, sin ninguna señal que le recuerde al cuadro en el que
vive?
Toma, te ofrezco mi
mano, mis vibraciones hechas tarde. Y él baja la cabeza, ya a mi lado. La cola
quieta, el pelo áspero, las orejas tiesas y las patas rígidas. Es su modo de
recibir mi caricia.
De su tímido hocico
brota el lenguaje de la llanura, como una sonrisa muy recatada, teñida de
amarillo y con labios de soledad. Y cuando más confiada me muestro, cuando ya
estoy dispuesta a desperezar mis coloquios vespertinos, huye. Así,
imperceptiblemente, como se van desvaneciendo las formas del paisaje y
trocándose en tinieblas al llegar la noche.
Tierra sobria y
triste, me despides con un adiós parco, pero franco. Me quedo con tus colores
de adagio y tus arrugas sin fin. Tendré que sumergirme en la oscuridad, con mis
faros eléctricos como única guía. Y seguir mi viaje.
Y seguir... con tu recuerdo sediento, agazapándose en un resquicio de mi ser...
***