PALOMAS BLANCAS
En
la orilla del mar avanzan mis pies. Se humedecen de savia marina. Deslizo mis
ojos entre la espuma, el hilo tenso del horizonte y un grupo de palomas blancas
posadas en la arena como huevos de luz. A lo lejos, las palmeras tallan en el
cielo penachos de inquieto júbilo. Sus naranjas dátiles cuelgan exponiendo con
descaro el peso sonoro de la abundancia. Dos palomas blancas caen, como nieve
nueva, casi infantil, sobre las lanzas grises de sus hojas.
Una
explosión repentina, un ruido torvo, salido del azaroso vaivén humano, espanta
a los cientos de palomas que, aquí y allá, habitaban la placidez de la vida. Y
forman un conjunto de alas puras, abiertas al unísono, resonando con los
latidos azules del cielo. Y dan vueltas y vueltas, diluyendo su sorpresa en el
mero acto de girar y girar. Son una repentina tormenta de belleza: un pequeño
ciclón de alas aplaudiendo. Hasta que las plumas se vuelven a plegar en su redonda y mansa
cotidianidad. Y el arrullo, el pico curioso, el ojo atento, el sosegado
adormecimiento bajo el sol, o la búsqueda incansable de ramas para el nido,
vuelven a ocupar su viejo y amasado lugar de siempre.
De
nuevo, un inflado macho va mostrando, por todos los rincones posibles en los
que una dama pueda esconderse, su esplendorosa virilidad. Las hojas sonríen,
todas a la par, en un instante de viento. El palomo baila girando sobre sí
mismo. El sol colabora, resaltando la silueta masiva y valiente de su porte. Se
siente irresistible, impulsado por su sangre ardiente, irrefrenable. Los niños,
con su empeño en espantar a las palomas, rompen, a pisotones de aire, el fino
cristal tallado del palomo frente a su elegida.
El
mundo, hoy, no deja de mostrarme su hambre de armonía.
Yo, tan blanca como
la paz de una pluma sobre un estanque, despliego un vuelo instantáneo y fugaz;
me adentro en lo profundo del ramaje. Exploro la copa frondosa de un ficus. Y
me sonrío descubriendo la dulce claridad de un grupo de palomas, que me recibe.
(De mi próximo libro "La mariquita verde. Prosas poéticas de la naturaleza".)
De nuevo asisto al revuelo mágico de la vida, que nos invita a participar... Y en este caso a ser palomas, nidos de luz, latidos azules del cielo, paz de pluma blanca sobre el estanque(hermosas metáforas)...El paisaje se funde en el movimiento y el color y nos llena de sorpresa,de admiración,de empatía,de profundidad y de dulce claridad...Quizá porque nos convertimos en palomas, amiga.
ResponderEliminarMi felicitación por ese lirismo, que asciende en vuelo, para ser niño después,que sorprende y cautiva. Mi abrazo grande, paloma y pluma.
M.Jesús
...un conjunto de alas puras, abiertas al unísono, resonando con los latidos azules del cielo....
ResponderEliminarAsí son tus letras alas abiertas que nos cobijan en cada estrofa, en cada relato, en cada verso.
Gracias por compartir tu LUZ y espero pronto que se haga "presente" tu futuro libro "La mariquita verde"....bello título.
Un inmenso abrazo querida amiga Volarela.
Hola amiga, tú ni necesitas alas para volar tranquila, en tus vuelos sencillos y siempre deseados. Eres mujer con lindas palabras que a todos nos hace acompañarte en tu vivir y sentir diario. No seas jamás ave de paso y vuelve siempre a tu nido acogedor donde te esperamos. Un abrazo y hasta pronto.
ResponderEliminarEn esas alas nos elevamos y besamos los cielos.
ResponderEliminarUn Abrazo.