x Mi perra de orejas canela.




Las paredes blancas recortan tu espera, y tus pupilas se enfrentan a ellas con inmóvil sumisión. Sólo aguardas, rígida en el tiempo encajonado, a que tus deseos sean oídos, o sentidos. Y cuando al fin bajas tu guardia de cálido terciopelo canela, te sumes en una curva humilde y cálida sobre el reposo del suelo. Luego redondeas con una cola y dos ojos tus olvidos.

Has nacido perra. Te ha tocado llevar esa máscara de bigotillos de nailon y lengua adherente; ese peluche de tu lomo, apretado y digno. Te han moldeado con una sonrisa de látigo que hace bailar el aire. Y pareces feliz jugando a morder las sombras de las perdices, oliéndole el aliento al mundo, perfumándote con las piedras abandonadas.

Cuando te acercas por las mañanas a nosotros, con esa sonrisa amaneciendo en tu penacho ondulante, y te aproximas a la tibieza de nuestras caricias, entonces, nuestro abrazo te traspasa, y abrazamos la tierra, y abrazamos la verdad de las almas.


(A mi perra Dina,
que se fue hace poco, dedico esta lágrima de ternura.)



2 comentarios:

  1. Si los perros supieran leer...

    Que maravilla de poema, que lujo de dedicatoria.

    Siento que Dina ya no esté en cuerpo contigo, pero sin duda, siempre la tendrás presente.

    Abrazos

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  2. Es muy tierno de tu parte plasmar lo que narraste. Lograste que sin conocerla uno le tenga aprecio, además de generar una sonrisa…ese tipo de sonrisa que vienen con abrazo y un beso en la mejilla.

    Muy lindo señorita.

    Salutes!

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