* La muerte, aquella dama constante


Grabado de Doré



LA MUERTE, AQUELLA DAMA CONSTANTE


Tú no miras a través de pupilas,
ni las ventanas te conocen,
ni las puertas,
ni los candados,
ni los niños.
Llegas sin más, a través del aire.
Mudo aullido que es imposible detener.
Pones tu planta dura sobre la carne abierta, abandonada,
y la enredadera de lágrimas se abre paso.

Tu mano dura ha lastimado
las mejillas, los besos, los unidos brazos.
Y ahora esos brazos no encuentran el denso, tibio, amado cuerpo,
no lo encuentran.
Y piernas enredadas, y columnas de llanto,
y un adiós de plomo aferrándose a la lengua,
es lo que queda,
es lo que atenaza,
porque has llegado tú,
y no sabes lo que es desangrarse por amor,
y nosotros no sabemos cómo empujar este mar.

Y en este vacío lluvioso tendremos que anidar,
viéndote pasar,
con frío,
viéndote cabalgar con nuestro amado,
viéndote
en la lejanía clavada.
Y en nuestros sueños,
y en nuestros días,
te seguiremos viendo,
hasta caer,
hasta absorber,
hasta vomitar
todo el humo de la ausencia.

*




Partiré










Gaviota reidora Larus ridibundus. 



Una fresca y húmeda mañana de invierno, mientras paseaba por la playa, contemplé este grupo de gaviotas reidoras. La luz contorneaba de tal manera sus aéreos cuerpos que no pude resistirme a fotografiarlas. Mientras lo hacía, sus alegres graznidos resonaban por encima del rumor marino, como si quisieran invitarme a su juego. El mar salvaje, la luz difuminada, y ellas, alocadas y rientes, formaban un cuadro hermoso y único.
La rutina, el asfalto, las minucias humanas quedaban muy lejos, totalmente cubiertos por aquellos graznidos de libertad.
Aquel cuadro, diseñado en ese instante para mí, me pedía que entrase en él. Que entrara y lo dejara todo. Yo sabía que si entraba no volvería a salir. No se puede salir de la libertad. Al menos, no del mismo modo. Todo se rompe y todo se cambia. No era el momento todavía. Estas fotos me recuerdan que cuando llegue ese día partiré, y reiré, sin mirar atrás, y reiré, como las gaviotas.


x Naturaleza. Templo sagrado. (Reflexión poética)


Fotografía tomada de Google Imágenes



En la naturaleza no se puede entrar de cualquier modo, sino en silencio, despacio y con reverencia, como en un templo.


Si se logran acallar nuestras propias voces y penetramos en ella, entonces, su intimidad satura de placer. A ella no le importa mostrarse, pero es cautelosa y escurridiza. Los montes y las nubes desfilan con descaro, mas su belleza auténtica sólo es ofrecida a sus mejores amantes: los que miran con el alma abierta de par en par.

La naturaleza también nos pide que nos acerquemos con alegría a su rueda de eternos giros. Es entonces cuando se nos descubre del todo, y un diamante de mil facetas brota en nuestro pecho.
Y encontramos, arriba, abajo, a un lado, a otro, incluso bajo el zapato, guiños como éstos:

Un caudal de luz atravesando las hojas de las hayas;
La determinación moteada de la mariquita que sube y baja por su planta;
los pasos sigilosos y naranjas de un zorro entre el carrizal;
una ola viva de estorninos;
la soberana araña engastada en su tela, como joya que se sabe intocable;
el ojo del tigre oculto entre los ojos soñadores de los árboles;
esa pardilla que coge una semilla regalada por la avena y se la regala a su vez a su temblequeante pollo;
el orgulloso cáliz embarazado de la flor del manzano;
la austera rectitud de los acantilados estremeciendo a las paseantes mariposas;
el trueno desgajando en abismos la estupefacción de los montañeros;
un trino líquido abriendo la madrugada;
el viento reptando por los silencios de las cimas;
las arenas del desierto persiguiéndose en remolinos;
las hélices de las semillas voladoras susurrando esperanzas;
los ríos pintando raíces de agua en la piel de la tierra;
la cascada, obedeciendo entre risas su destino;
los escarabajos con la noche aterciopelada en sus antenas...

Y tantas y tantas voces más.....Pero todas son distintas notas de la misma incansable laringe. Y cuando entran finalmente en tu corazón te elevas; brota tu oculta semilla, te haces grillo y acabas cantándole a la luna con toda la savia de tu sangre.