Pintura: Nicoletta Tomas Caravia
El delfín nadó hacia Darilo. Pensó que le atraían las burbujas de su tubo respiratorio, pero no fue así. Traía algo en el morro que dejó caer bajo él. Y luego desapareció con sigilo marino. Recogió el objeto. Se trataba de una enorme ostra, cubierta de algas y corales marinos. Ya en su casa, el adolescente buzo forzó la ostra, no fuera que tuviera alguna perla. Y en lugar de perla halló dos niñas iguales, dormidas, abrazadas, del tamaño de una uña cada una. Abrieron a la vez unos enormes ojos cristalinos, asombrados ante la luz que se volcaba en ellas por primera vez. El color de su piel era nacarado, con iridiscencias en los largos cabellos y las uñas, y sus labios tenían la tierna expresión de un mejillón recién descubierto. Inmediatamente, las gemelitas comenzaron a gatear por toda la mesa; luego subieron por los brazos del chico, escalaron su rostro y jugaron con su pelo. No hablaban, sólo un sonido rumoroso de olas lejanas salía de sus bocas. El chico, aficionado a todo lo marino, quedó maravillado y asustado por igual. No sabía qué hacer con aquellas criaturas. Lo primero que pensó era en alimentarlas, pero tardó días en averiguar que sólo comían plancton. Las enseñó a caminar rectas, y a emitir palabras humanas. Las vistió con las ropas de muñeca que le pidió a su hermana. Tenía que esconderlas a menudo en dos dedales bajo su cama.
Con el
tiempo, las niñas iban creciendo, y ya era imposible ocultarlas. Él se había
convertido en un hombre trabajador, dueño de un barco pescante. Cuando
adquirieron el tamaño de niñas de unos ocho años, las lanzó al mundo, diciendo
que eran huérfanas adoptadas por él. A menudo, cuando volvía del trabajo,
contemplaba todo el edificio donde vivía nevado, o cubierto de niebla, o
repleto de pétalos de rosa. Él sabía que era cosa de sus niñas, juegos que las
divertían. También imitaban los sonidos de los animales, cosa que le trajo más
problemas, porque los vecinos se quejaban de tener elefantes y gorilas en casa.
Cuando las llevó a la escuela, tuvo que sacarlas pronto de allí, eran tan
inocentes como dos cachorrillos de gato, y creían literalmente todo lo que se
les decía, de modo que si alguien les decía “Déjame en paz”, buscaban la paz
para entregársela. Lloraban siempre, y provocaban la lluvia en todo el colegio.
Cuando las hacían sufrir los envidiosos por su descomunal inteligencia, ardían
los cuadernos sobre los pupitres. Fueron poniéndose de color ceniza y
reduciendo su tamaño, por lo que Darilo tuvo que sacarlas de allí o morirían.
Con los años, el hombre notó que no crecían
más allá de los nueve años. Las protegió como pudo del mundo. Se las llevaba
consigo a todas partes. Eran su familia. Aprendieron lo que era vivir en un
mundo duro, donde no se conocía el lenguaje de los peces, ni la voluntad del
viento, ni el llanto de una tórtola. Un mundo donde el principal sentimiento
era el miedo. Ellas lo ignoraban por completo, siempre andaban riendo,
confiadas, ilusionadas con una bombilla, una tortuga o un imperdible… Aprendía
de cualquier cosa o persona, muy rápidamente. Lo que más les gustó conocer de
la humanidad fue el humor. Devoraban películas cómicas con glotonería. Y en ese ámbito fueron prodigiosas, llegando a hacer reír hasta a una mantis en pleno
camuflaje. Darilo amanecía y se acostaba riendo. Por ello se las llevó por el
ancho mundo, provocando el rayo de la risa en los niños enfermos.
Niñas de
agua eran y niñas se quedaron toda la vida en tierra, hasta que su padre
adoptivo tocó las grandes puertas de la muerte. Se acostó. En una mano tenía la
vieja ostra, abierta, donde las encontró hacía ya ciento veinte años. En el
lado opuesto, las dos pequeñas lo miraban con ojos de universo en expansión,
tomándole la otra mano con sus deditos de algas tornasoladas. Entonces, del
lagrimal de cada una de ellas brotó el fractal de una bellísima rosa.
Y así, en el mismo instante en que la muerte
abría sus portones de hierro labrado a Darilo, las gemelas se hicieron
diminutas y se abrazaron dentro de la ostra que portaba la mano lacia del
ausente. Muy juntas se quedaron dormidas, hasta transformarse en una hermosa
perla doble.
***
Qué bella historia , y a la vez que inocencia , parece que en este mundo se paga dicha inocencia . Me encanto leerte. Gracias por esa magia que nos dejaste. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarSe me ha erizado la piel Maite, es una historia muy hermosa.
ResponderEliminarMuchos besos!!
Ohhh qué emoción! La piel erizada...qué historia más bonita,más intensa,más luminosa!
ResponderEliminarGracias por este relato!
beso enorme poeta!
estas niñas eran muy inteligentes y sensibles para el mundo terrestre. sin embargo, a pesar de lo incomprendidas que pudieran sentirse, no se desanimaban y seguían haciendo sonreír a los demás.
ResponderEliminarno estaría mal mantenerse en la edad de nueve años, conservando la inocencia pero aumentando la sabiduría.
abrazos, maite!!
Me muero. Me desmayo, me disuelvo y me desintegro en este preciso instante!
ResponderEliminarQué belleza de historia, me conmovio tanto, que estoy gritando con mi teclado! estoy aplaudiendote con él! Es una locura lo que me hiciste sentir, me conmoviste y me conmocionaste. Que prolijidad, que sentimiento, que alma, que sensibilidad, cuanta fina imaginacion, por favor. Extraordinario cuento, querida.
Querida Maite sos una Genia. Una diosa sin igual brillando en las procelosas aguas de blogger. Te adoro.
Ademas el impacto es porque estoy preparando una entrada sobre la joven de la perla, "la mona lisa del norte", agradable coincidencia.
Que tengas una maravillosa semana. Besos.
Me encanto el cuento . Haces que uno se sumerja en ese mundo. El final no me lo esperaba, Te mando un beso.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarJjajaaa. Te has liberado del corsé de los retos y has desplegado el apabullante mundo de tu fantasia, que no es una fantasía cualquiera, es la tuya. Plagada de metaforas no se sabe si más destacable su calidad o su cantidad.
ResponderEliminarLa tierna expresión de un mejillon recién descubierto, los envidiosos de descomunal inteligencia...
No sabemos si el texto proviene de la imagen o sl revés, ni tampoco, qué sería más meritorio. Porque las caritas del dibujo son puras perlas
Besosss Maite
En efecto, el texto proviene directamente de esta pintura. Fue verla y ponerme a escribir. Cuando escribo fuera de los retos, suelo dejarme llevar por un impacto o una emoción; en este caso esos ojos, esas puras perlas, me pidieron contar su historia.
EliminarMil gracias, a ti y a
TODOS LOS QUE HABÉIS DEJADO VUESTRA IMPRESIÓN SOBRE ESTE CUENTO. ME ES DE GRAN AYUDA
UN ABRAZO A CADA UNO Y UNA PERLITA AGRADECIDA
Un lujo leerte, sensible amiga Volarela, siempre pletórica de originalidad y ternura y poética imaginación.
ResponderEliminarAbrazo admirado hasta vos.
Fascinante leerte y sin analizar volveré hasta tu próxima entrada
ResponderEliminar¡¡Que linda historia Maite!!!
ResponderEliminarEmocionante y con una ternura que llega al corazón. Me dan ganas de entrar en ese mundo de magia y quedarme entre Niñas pequeñas y un buzo bueno y noble. Aplausos.
mariarosa
Un relato lleno de ternura, magia y belleza que te lleva a visualizar y sentir cada momento de esa bonita historia.
ResponderEliminarAbrazos, Maite.
Hola, Maite, recienvenido me atrevo a dejarte un comentario porque me ha encantado lo que has escrito, no solo en cuanto al contenido y a la forma sino en cuanto a la fuerza y la hermosura de la expresión.
ResponderEliminarLa historia es bellísima, tiene el encanto de la fantasía que tanto me agrada, pero además lo narras con el hilo de la poesía. Tanto me ha gustado que, por momentos, he oído esa música que suele sonar en nuestro interior cuando un texto nos conmueve.
Si me lo permites me quedo por aquí de muy buena gana para seguir leyendo tus cosas.
Un saludo.
Ariel
Hola cielo! estaba leyendo el cuento y estaba viendo mentalmente las ilustraciones de Nicoletta Tomas Caravia, creo que hacéis un tandem mágico, porque la ternura y fantasía que desprenden sus cuadros e ilustraciones, es exáctamente la misma que desprenden tus letras. Es magnífico tu cuento Maite! magnífico! un canto a a naturaleza, a la esencia primigenia del ser humano, a la bondad y a esa ingenuidad cuajada de la elegría instintiva de los niños que olvidamos los mayores. Esa parte en la que hablas de cómo la casa aparece nevada o llena de pétalos de flores me recordó muchísimo al realismo mágico de García Máquez, incluso un poco al libro de Laura esquivel "como agua para chocolate"... no sé, de verdad que es un relato precioso, tienes que estar orgullosísima. Como si tu fueras ese delfín con el que comienzas el cuento y con tu nariz húmeda nos fueras dando empujoncitos palabra a palabra hasta enamorarnos completamente de tu historia. Enhorabuena, de corazón!
ResponderEliminarUn beso enoorme MAITE!
¡Hola, Maite! Tras leer tu relato he vuelto a la imagen y la misma me ha reafirmado la interpretación del mismo, al ver a una de las niñas con el reloj de bolsillo. Y es que, bajo la apariencia de un relato de fantasía, creo ver la historia de un hombre que no dejó de ser un niño de nueve años hasta que murió. Esas niñas son la personificación de lo que fue la vida de este marinero, de cómo entendió que debía usar el limitado tiempo de una vida humana. Y tuvo éxito, sin duda, dada la maravilla de rosas y perlas que dejó su muerte.
ResponderEliminarNuestra vida es muy corta y a veces la madurez nos hace malgastarla, quizá esa sea la razón de que conforme crecemos pensamos que el tiempo pasa más deprisa que cuando éramos jóvenes, quizá por ello esas niñas no pasaron jamás de los nueve años.
Un precioso cuento, escrito con tu dominio de la escritura marca de la casa, pero con ese algo más detrás que es lo que diferencia escribir bonito y narrar. Me encantó. Un abrazo!!
Maite, me hiciste volver a mi infancia, cuando leía cuentos de hadas y los intercambiaba con mis compañeras del colegio...Sentí esa magia, esa sorpresa, esa ilusión por la vida y todo lo misterioso y fantástico. Las "niñas perla" simbolizan el poder de la imaginación, que todos tenemos para crear y recrear la vida...Ellas llenaron de alegría y amor la vida de Darilo. Lo acompañaron hasta su muerte y lo hicieron feliz...Estoy segura que la extraordinaria pintura de Nicoletta, sus niñas angelicales, te han susurrado esta historia. Las miro y me dicen tantas cosas...que no me extraña nada. Han conectado contigo y te han hablado de tu alma creativa y mágica, recorriendo mares y universos, repartiendo inocencia, alegría e ilusión por todas partes...Has disfrutado escribiendo y lo sentimos así. Muy buen relato donde combinas la fantasía, la emoción y la belleza literaria. Una preciosidad, amiga.
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo grande, grande. Maite.
Ay, Maite, que belleza te acabo de leer. Además me he reído imaginando escenas: inocentes, carentes de maldad, espontáneas, sin miedo... Al igual que el padre adoptivo, que vive gracias a esas perlas de sabiduría en un estado de gozo permanente y buen humor. El nivel del humor es el más sano al que podemos llegar, de ahí; Humor sano, tal vez por eso el joven marino vivió tantos años, y aún me lo podría creer sin dudar.
ResponderEliminar“Déjame en paz”, buscaban la paz para entregársela". ¡Que pureza de corazón! Son perlas de Amor y así se comportaron todo el tiempo, lo que me da a pensar una vez más, que el hombre está más identificado con el miedo y sus colegas que con lo que ofrece el verdadero amor, siendo que este está permanentemente en uno. El delfín, bien sabía a quién debía entregar la enorme ostra, aquí veo, que todo está interconectado irremediablemente, y una vez cumplida con su misión, las niñas vuelven a entregarse a él.
Lo narras con tanta ternura, que diría que esas perlas maravillosas estaban en tus dedos, en toda tú. Me ha, más que encantado esta historia de fantasía, pero con tantos matices...que se pueden extraer montones de reflexiones, es lo que tienen también los cuentos, todos están impregnados de maravillas, selectivas, risueñas y sabias expresiones.
Felicidades, querida Maite, por tu bellísima inspiración en esa tierna imagen.
Gracias, por el regalo de tus letras.
Abrazo enorme, como la ostra y su contenido :)
¡Hola, Maite! Qué bonito y dulce relato. Encierra la magia de un cuento y, a medida que lo lees, la historia te abraza con ternura. En adelante, cuando vea alguna referencia a las perlas de las otras, sin duda recordaré este relato. Me ha encantado.
ResponderEliminarUn abrazo :)
Amiga ¿Qué agregar a tantos elogios que te han dejado?
ResponderEliminarEsto que relatas es de una belleza absoluta y una ternura profundamente humana. Tenés toda la capacidad del mundo para tocar fibras íntimas, además de gran elaboración literaria.
Supiste crear una leyenda.
Es un placer tenerte entre mis amistades blogueras.
Te saluda un NN un tanto perdido, pero no del todo.
Abrazo desde ultramar.